San José y Jesucristo


El Guardián
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Si no hubiese sido el guardián del Misterio
José no hubiese deseado sino la paz de los elegidos,
porque sólo un doble amor lo ataba a la tierra:
su esposa María y su hijo Jesús

¡Jesús!, ¡María!, ¡José!

Invocando sólo esos tres nombres, se obtendrán grandes gracias y se ganarán, cada vez, una indulgencia de 7 años y 7 cuarentenas, concedidas por el Papa Pío X, el 16 de junio de 1906, y aplicable a las almas del Purgatorio.

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José, el hombre más cercano a Jesús
Tarcisio Stramare O.S.J.
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Transcrito para Aci Prensa por José Gálvez Krüger

La genealogía termina en San José, que vimos en en la historia sagrada el hombre más cercano a Cristo, término de toda elección y predestinación (cf. Rm 8.28ss).

La historia sagrada ha concedido un amplio espacio a Abrahám. Isaac, Jacob y Judá considerados como los “Padres” o los “Patriarcas del pueblo elegido. Pues la posición de José los supera a todos, porque él es justamente invocado en sus Letanías como “Lumen Partriarcarum”, el Esplendor de los Patriarcas”. Juan Pablo II en la Exhortación apostólica “Redemptoris Custos” afirma: “el hombre justo, que llevaba consigo todo el patrimonio de la Antigua Alianza, ha sido también introducido en el “comienzo” de la nueva y eterna alianza en Jesucristo” (n.32). Lo que significa que si por un lado reúne en sí todo el Antiguo Testamento, por otro lado se coloca claramente en el Nuevo, como su propio “comienzo”.

Con José, la genealogía humana de Jesús termina. Ya no está más escrito, como de todos sus antepasados, que él engendró”, porque la realidad ha superado infinitamente la promesa: la persona de Jesús, en efecto, preexiste en la eternidad, engendrada por el Padre antes de todos los siglos, como profesamos en el ”Credo”. Es perfectamente coherente con este dogma la afirmación de los evangelistas Mateo y Lucas acerca de la humanidad de Jesús, concebido por “obra del Espíritu Santo”. De este dato de facto viene la pregunta hecha por Jesús a los fariseos sobre su propio origen: ¿Por qué David llama al Mesías mi Señor? (Cf My 22, 41 ss).

Aunque José no engendra la existencia de la persona de Jesús, que es divina y eterna, se le reconoce su calidad de Patriarca y su nombre aparece en el árbol genealógico como un eslabón que no tiene sustitución: la supresión de su nombre consentiría, por sencilla coherencia, cancelar todos los otros nombres de la genealogía, incluidos a David y a Abraham.

La genealogía de Jesús es singular porque es la promesa misma de Dios, que se ha realizado de un modo singular en Jesús. En consecuencia, el título que autoriza a José a ocupar el lugar más importante en el árbol genealógico de Jesús es el hecho de ser “el esposo de María”, como el evangelista Mateo, para prevenir equívocos, subraya textualmente: “Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo” (1,16).

La Iglesia apostólica, autenticando la genealogía, no hace otra cosa que reconocer a José, esposo de María, el derecho que le compete sobre el hijo de ella, Jesús. Si a José ya le venían reconocido con pleno derecho los títulos de “hijo de David” y de “esposo de María, ¿cómo rehusarle aquel título supremo que procede de “padre de Jesús”? Si comparamos ahora los títulos de san José con los de los personajes más importantes de la historia, será fácil deducir que san José es entre todos la figura más insigne”.

Todo esto se deduce de la genealogía, en apariencia árida, pero densa de significado y de doctrina. Los cristianos desarrollando Isaías 11,1 (Saldrá un vástago del trono de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará”), han expresado su aprecio hacia los antepasados de Jesús representado en los libros o en las paredes de los templos la genealogía de Jesús y llamándola “Árbol de Jesé”, el nombre del Padre de David. Para subrayar la importancia reconocida a lo largo de los siglos a este tema, es útil llamar la atención sobre dos afamados Árboles de Jesé: el primero, un mosaico, está en la Basílica de la Natividad en Belén; el otro, un fresco, se encuentra en la Capilla Sixtina del Vaticano.

Era justo que en Belén, el lugar de nacimiento de Jesús, fueran recordados sus antepasados “según la carne”. Aproximadamente en el año 1100, sobre las dos paredes de la Basílica, el Árbol de Jesé se desarrollaba en dos ramas, que ilustraban respectivamente la genealogía de Lucas y la de Mateo. El visitante puede ver todavía las figuras de algunos descendientes de David; de san José ha quedado sólo la leyenda; “Ioseph virum Mariae”

En la capilla Sixtina el visitante encuentra el nombre de lso antepasados de Jesús en el centro de las “lunetas”, situadas bajo las historias bíblicas de la bóveda. También aquí Miguel Ángel ha querido “enmarcar” toda la historia bíblica del Antiguo Testamento en el Árbol de Jesé.

Sería hermoso que numerosos turistas, pero particularmente los peregrinos, conociera estos detalles para revivir con aquellos que nos han precedido la misma fe en la encarnación del Verbo, en la que san José ha tenido un rol determinante.

San José, de modo semejante a la Virgen María, estuvo ligado por voto de castidad





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San José tuvo verdaderos sentimientos paternales hacia Jesucristo
Bonifacio LLamera O.P.
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Transcrito por José Gálvez Kruger para ACI Prensa

San José fue padre verdaderamente de Cristo por su corazón, ya que, según el principio de San Anselmo, “no es más vehemente, en el amor, la naturaleza que la gracia”; al contrario, la gracia, mucho más poderosa que la naturaleza, encendió en su alma un amor ardentísimo hacia el Hijo de su esposa no menos que si fuera su propio hijo por naturaleza, sino incomparablemente mayor en intensidad y pureza.

La voluntad de Dios, infinitamente más eficaz que la naturaleza, puso en el pecho del santo Patriarca un corazón paternal, concediéndole de un modo más excelente cuantos sentimientos paternales puede tener un padre con su hijo y hasta “una chispa de amor infinito” que el Padre posee a su Hijo unigénito, como dice Bossuet. “Quizá preguntéis – dice – dónde tomará él (San José) ese corazón paternal, si la naturaleza no se lo da. ¿Acaso estas inclinaciones naturales pueden ser adquiridas por libre elección, y el arte de imitar lo que la naturaleza escribe en los corazones? So San José no es padre, ¿cómo tendrá amor paternal? Es aquí donde debemos comprender que el poder divino actúa en nuestra obra. Por un efecto de tan excelso poder, san José tiene corazón de padre; y si la naturaleza no se lo ofrece, Dios colocará en él uno por su propia mano… el verdadero padre de Jesucristo, Dios, que le engendra desde la eternidad, habiendo escogido al divino José para servir de padre en el tiempo a su Hijo único, ha hecho, de alguna manera, colocar en su seno un rayo, una chispa del amor infinito que posee a su Hijo. Es la causa de que cambie su corazón, es lo que le da amor de padre; y como es cierto que el justo José tiene en sí mismo un corazón paternal formado instantáneamente por la mano de Dios, siente también que Dios le ordena emplear una autoridad de padre ”.

Es el primordial motivo que León XIII presenta al santo Patriarca, suplicándole su protección universal: “Te suplicamos por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús…”

Es evidente que Dios puso en San José un corazón verdaderamente paternal, de forma que sintiera por su Hijo el mismo amor que experimentan en su pecho quienes son padre por naturaleza. No diré sólo por naturaleza, sino algo mucho más perfecto, como podemos deducir del principio antes enunciado. No sólo debemos llamarle padre, diremos con San Bernardino una vez más, sino “creer que existieron en él todos los sentimientos paternales de amor y dolor para con su amado Jesús”

San José tuvo un amor por Jesús ardentísimo: “No amó a Jesús, su hijo adoptivo, menos que lo hubiera amado si fuera hijo natural; lo amó más, porque la gracia es más vehemente que la naturaleza. ¡Cuántas veces tomó al Niño sobre sus piernas, le llevó en sus brazos; cuántas veces le besó y estrechó dulcemente contra su pecho…!

Bien escribe Fáber: “Amaba a Jesús con un amor tan grande, que, repartido entro todos los padres del mundo, a todos haría felices en grado que ellos mismos no podrían creer. Este amor excede en grandeza y santidad a todo lo que ha existido de amor paterno; era tan grandiosa, amplia y variada, que todas las paternidades de la tierra podrían participar de la suya sin agotarla”.

Su solicitud paterna es proporcional al amor. ¿Quién podrá describir la solicitud de José para con Jesús y María? Bástenos recordar sus cuidados y desvelos viéndole caminar a Belén, huir a Egipto y vivir silencioso y diligente en Nazaret. Sobre tantas virtudes como el Santo practicó en su vida oculta se ha escrito muchas páginas de vida y de belleza.

Ciertamente este sentimiento paternal responde a un género de paternidad especialísima y admirable, firmemente fundamentada en el vínculo sagrado del contrato matrimonial con María, la Madre de Jesús, y animada por la gracia divina, la cual hizo brotar en su corazón los mayores afectos de ternura paternal y la más generosa entrega en cuerpo y alma durante toda su vida al servicio de Jesucristo, el hijo de María, su esposa, y el Redentor de todo el género humano.

Bonifacio Llamera O.P.
Transcrito por José Gálvez Krüger para ACI Prensa