Cómo se insertó el nombre de San José en el Canon de la Misa

El P. Wiltgen nos cuenta cómo se insertó el
nombre de San José en el Canon de la Misa


«El último orador en tomar la palabra el 30 de octubre [de 1962] fue Mons. Sansierra, obispo auxiliar de San Juan de Cuyo en Argentina. Expresó la esperanza de que no se olvidaría “el deseo que tienen un gran número de obispos y sacerdotes” de ver el nombre de San José en el canon de la Misa. El 5 de noviembre, la misma petición fue hecha, aunque con más detalles, por Mons. Cousineau, obispo de Cap Haïtien en Haití, antiguo superior del Oratorio de San José en Montréal, el cual solicitó que “el nombre de San José, esposo de la Santísima Virgen María, sea introducido en la Misa cada vez que se mencione el de la Santísima Virgen”.

«Al final de la décimo octava congregación general, tenida el 13 de noviembre, el cardenal secretario de Estado hizo una declaración a este respecto. Dijo que el Santo Padre deseoso de conformarse al voto
“manifestado por numerosos Padres conciliares”, había decidido insertar el nombre de San José en el Canon de la Misa, inmediatamente después del de la Santísima Virgen María. Esta medida debía servir en adelante para recordar que San José había sido el patrón del Concilio Vaticano Segundo. “Esta decisión del Santo Padre –añadió el Cardenal–entrará en vigor el próximo 8 de diciembre y mientras tanto la Sagrada Congregación de Ritos preparará los documentos necesarios".

«El cardenal Montini debía decir más tarde que esta iniciativa inesperada había sido
“una sorpresa dada al Concilio por el Papa”.

«Ciertos medios criticaron severamente a Juan XXIII por haber tomado lo que llamaron una medida independiente mientras el concilio ecuménico se hallaba en plenos trabajos. En efecto, este decreto no era sino el resultado de campañas, esporádicas pero intensas, llevadas a cabo desde 1815: cientos de miles de firmas de obispos y de laicos habían llegado al Vaticano. Esas campañas habían sido especialmente intensas cuando se anunció la convocatoria del primer Concilio Vaticano por Pío IX y la del segundo Concilio Vaticano por Juan XXIII. Nada más conocerse esta última, Mons. Joseph Phelan, de la iglesia de San José de Capitola en California, había difundido, con la ayuda de sus parroquianos, una petición que logró recoger unas 150.000 firmas.

«La principal responsabilidad de la medida tomada por Juan XXIII incumbía, sin embargo, a los Padres de la Santa Cruz Roland Gauthier y Guy Bertrand, directores del centro de investigación y documentación del Oratorio de San José de Montréal, que en 1961 habían escrito un folleto de 75 páginas en el que se reseñaba la historia de estas campañas. En él se exponía cómo la inserción del nombre de San José después del de la Santísima Virgen María en el Canon de la Misa tendría como efecto, doctrinal y litúrgicamente, el reconocimiento oficial de la preeminencia de la santidad de San José sobre la de todos los santos, excepto María. En colaboración con los carmelitas descalzos de la Sociedad Iberoamericana de Josefología de Valladolid y con los Padres de San José del beato Leonardo Murialdo del centro de investigación San Jose de Viterbo, aquellos dos padres de la Santa Cruz habían podido hacer publicar las traducciones inglesa, francesa, española, portuguesa e italiana de su folleto, de las cuales hicieron llegar un ejemplar juntamente con una petición a los Padres conciliares bastante antes de la apertura del Concilio.

«A mitad de marzo de 1962, habían sido remitidos seis volúmenes de peticiones firmadas por 30 cardenales, 436 patriarcas, arzobispos y obispos y 60 superiores generales a Juan XXIII, quien, después de haber examinado las firmas, dijo:
“Algo se hará por San Jose”. Estas firmas no hacían sino confirmar su deseo personal efectivamente algo de especial en honor a San José, hacia el cual profesaba desde niño una especial devoción.

«El 19 de octubre, tres días antes que se abriera la discusión del esquema sobre la liturgia en el aula, el P. Edward Heston, de los Padres de la Santa Cruz, que había remitido las peticiones en nombre de los tres centros arriba mencionados, había sido oficialmente informado que el Sumo Pontífice había decidido dar curso a la propuesta y que iba a decretar la inserción del nombre de San José en el Canon de la Misa».

El 13 de noviembre se anunció en el aula conciliar “la soberana decisión” de Juan XXIII. Ese mismo día un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, firmado por el cardenal Larraona, prefecto, y Mons. Dante, secretario, la hacía pública y obligatoria. Fue ésta la única modificación que se hizo a la edición típica del Misal Romano de 1962 hasta la recentísima de Benedicto XVI cambiando el formulario de la oración solemne del Viernes Santo por los judíos. Se trató, desde luego, de un enriquecimiento deseable y deseado, y de un acto de justicia hacia el Glorioso Patriarca, que aparecía por fin mencionado en el Sacrificio de aquella Redención en cuya economía tanto tuvo que ver, hasta el punto que, como dice el jesuita P. Alcañiz, entre en cierta manera en el orden hipostático, que contribuyó de peculiar manera a constituir.



Publicado por Dr. Durand en COSTUMBRARIO TRADICIONAL CATOLICO